viernes, 7 de junio de 2013

VEINTE AÑOS





Sentir... que es un soplo la vida,

Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir... con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez...

Cantaba Carlos Gardel aquello de que "veinte años no es nada" pero todos sabemos que todo depende de según el cristal con el que se mira y que veinte años pueden ser nada, poco o mucho según el sentimiento y la pasión que el paso del tiempo despierte en tu alma.

Han pasado veinte años de aquel maldito 7 de junio del 93, de ese avión con retraso que nunca despegaba, de esa idea tuya de conducir por aquella autopista de Baviera mojada por la lluvia, de ese inoportuno camión que encontraste en tu camino. 

Veinte años desde la última vez que te levantaste para encestar de 3, nos sacaste la lengua y levantaste los brazos con rabia al celebrar.

Veinte años de tu última pelea con compañeros, rivales y árbitros.

Veinte años desde que estrechaste la última mano al perder.

Veinte años sin tu magia con el balón, sin tu genio, sin tu talento y sin tu mirada de jugón.

Veinte años desde que conquistaste la meca del basket al otro lado del charco, cual Cristóbal Colón del siglo XX.

Veinte años desde que tuve la suerte de poder admirar tu juego y tu descomunal talento.

Veinte años desde que aprendí de ti.

Veinte años desde que me hiciste un poquito de la Cibona y de los Nets. Del Real Madrid ojalá consiguiéramos que algo te hicieras tú...

Veinte años desde que quise jugar con tu "3".

Veinte años que llevo jugando con tu "10". Tuyo y de Fernando Martín, tu amigo y enemigo. Tu trágico compañero de viaje hasta allí donde nosotros aún no alcanzamos a ver. 

Veinte años desde que, una vez, Vlade y tú fuisteis hermanos.

Veinte años desde que te aplaudí.
 
Veinte años desde que te lloré desconsoladamente al enterarme de tu muerte, sentado en el suelo del salón frente al televisor...


lunes, 13 de mayo de 2013

DE VUELTA EN LA ÉLITE


Ganó el mejor. Y lo que corresponde es darle la mano, felicitarle por la victoria y volver el año que viene con las mismas ganas y, si cabe, con más trabajo a las espaldas. Lo que haga falta para tratar de ser a uno al que feliciten dentro de 365 días.

Creo que Olympiacos fue mejor. Y no creo que el Real Madrid deba tomarse la derrota como algo traumático sino como algo que, como sucede en casi todos los órdenes de la vida, puede servirle para aprender y mejorar.

Por primera vez en muchos años el Real Madrid tiene un proyecto con ideas claras y que, desde fuera, parece sólido. Cierto que no tiene un superclase como Vassilis Spanoulis o Juan Carlos Navarro (ni Rudy ni Llull son ese tipo de jugador, no nos engañemos) y que tiene un entrenador discutido y discutible que adolece de ciertos recursos y capacidad de reacción en determinados momentos pero que ha dotado al equipo de señas de identidad propias y reconocibles. Pablo Laso también tendrá que madurar y crecer en su profesión de entrenador. Es una apuesta y creo que hay que mantenerla.

El Real Madrid necesita seguir teniendo paciencia, creciendo en madurez, manteniendo el núcleo del equipo y potenciar algunas posiciones que a día de hoy no están a la altura de un equipo subcampeón de Europa. Un  pivot capacitado para anotar con consistencia en la pintura en toda clase de partidos y un alero alto que pueda defender a aleros de similares características. Buscar un equilibro entre el juego exterior y el interior es básico.

El resto debería ser trabajar en aprender a controlar el tempo de partidos decisivos. Con eso debería ser suficiente para mantener al equipo en la élite del baloncesto europeo a la que por fin ha vuelto. Una vez ahí, se puede ganar o perder. Muchas veces es cuestión de detalles.

En cuanto al arbitraje, creo que la Euroliga debería hacérselo mirar y orientar a los árbitros hacia la protección del espectáculo y de los jugadores. Esto no puede servir de excusa ante una derrota, por supuesto, pero o el estamento arbitral vira el rumbo o empezaremos a ver un sucedáneo de lucha greco-romana con pelota de por medio al que llamaremos eufemísticamente ba-lon-ces-to.

Enhorabuena a Olympiacos y enhorabuena al Real Madrid por estar de vuelta en el lugar que le corresponde: entre los grandes del baloncesto europeo. No olvidemos que el club blanco sigue siendo el que más títulos de Copa de Europa tiene (8) y más finales ha disputado (15).

lunes, 25 de marzo de 2013

CRÍA CUERVOS...


 
Creo que José Mourinho estaría de acuerdo conmigo. Me daría vergüenza ganar un Gran Premio de Fórmula 1 de la manera en la que lo hizo ayer Sebastian Vettel en Malasia.

No cuestiono la calidad y el talento de quien ha ganado tres campeonatos del Mundo y de quien, carrera tras carrera, ocupa alguna de las primeras posiciones de jueves a domingo. Pero una cosa es serlo (bueno en tu profesión y talentoso) y otra tener la clase, el respeto y la honradez suficientes para demostrarlo cuando las circunstancias no invitan a uno a ser el centro de atención de la fiesta sino a saber anteponer el beneficio común al propio. Y en esto Sebastian Vettel demostró ayer que se queda corto, muy corto.

Primero, porque Vettel debió respetar las órdenes que recibió desde el "muro" de su equipo. Esas órdenes que le obligaban a respetar la clasificación que había deparado el devenir de la propia carrera y que le colocaban en la segunda posición final, justo por detrás de su compañero de equipo Mark Webber.

Segundo, porque para mayor perjuicio aún de la imagen deportiva de Vettel, justo unos metros por detrás de él Nico Rosberg se mantuvo en su sitio y, a pesar de ser a todas luces más rápido que Lewis Hamilton en las vueltas finales de la carrera, respetó las instrucciones de Ross Brawn y se quedó por detrás de su compañero de equipo aún cuando eso significaba renunciar a subir al podio. Rosberg se limitó a lanzar un amenazador "remember this one" al llegar al garaje. Lógico.

Tercero, porque Vettel debió ahorrarse toda esa serie de maniobras al límite y debió pensar y valorar que sumar 7 puntos más no merece la pena cuando arriesgas al límite tu seguridad y la de tu compañero de equipo y además puedes ensombrecer tu reputación a nivel mundial y granjearte enemigos en tu propia casa. Esa casa de la que Vettel es el niño bonito pero en la que no deberían estar dispuestos a tolerar según que insubordinaciones.

Personalmente, no me creo las explicaciones que Vettel dio en rueda de prensa y pienso que su adelantamiento fue complemtamente a sabiendas y con pleno conocimiento de las consecuencias que su maniobra podría llegar a tener. Máxime cuando durante las últimas vueltas de la carrera soltó por radio que había tenido miedo y que Webber era un estúpido. En mi opinión, el único que hizo una estupidez ayer en carrera fue él, obligando a hacer un papelón en el podio a Adrian Newey, al damnificado Mark Webber y a todo aquel que pasaba por allí...

Actitud completamente opuesta la de Mark Webber que tuvo una reacción más que templada frente al agravio público que sufrió por parte del protegido del jefe. Y es que algo más que enseñarle el dedo anular y recordarle el código de la orden de equipo transgredida se merecía ese deslenguado y temerario Vettel que no sabe asumir que en la vida no se puede ganar siempre y al que no le han enseñado que no se debe agredir al rival cuando te gana sino felicitarle e intentar mejorar para la próxima ocasión en que te cruces con él. 

Merecido se tienen en Red Bull la imagen que han proyectado al Mundo este fin de semana y a buen seguro que a lo largo de la temporada la suerte, el destino, el karma o como cada uno quiera llamarlo les devolverá el golpe.

Y es que esto es lo que pasa cuando uno cría cuervos, señor Horner... que te acaban sacando los ojos.



martes, 29 de enero de 2013

TRIUNFOS IRRACIONALES


En un país con una clase política instalada en la corrupción más descarada, con una estructura política pensada para vivir en un constante equilibro inestable y con una sociedad cuyo nivel educativo parece estar a la cola del mundo occidental (o lo que aún queda de él), en un país así, como es el nuestro, resulta sorprendente observar que los éxitos deportivos se sigan sucediendo un fin de semana tras otro.

Hacía esta reflexión el pasado fin de semana cuando nuestros grandísimos jugadores de balonmano celebraban el segundo título mundial conseguido en los últimos ocho años. Una selección que no contaba en las quinielas de grandes favoritas y que, al factor de jugar como local, ha sabido añadir las dosis justas de pasión, coraje y entrega para apabullar en la final a uno de los rivales más potentes del balonmano mundial. Un triunfo vestido de agradable sorpresa.

Coincide el éxito de estos chicos del balonmano con otros éxitos más o menos recientes (las victorias en campeonatos de Europa y del Mundo de nuestras selecciones de fútbol-sala, hockey sobre patines o rugby a 7, por ejemplo) que suelen considerarse "menores" por prensa y aficionados

Ya se sabe, en este país nadie sabe aún por qué se le llama "deporte" cuando se quiere decir "fútbol" exclusivamente. Para muestra, un botón: Karina Kvasniovaperiodista deportiva de origen lituano que trabaja en España cuenta en su entrevista para Jot Down que al llegar a España y empezar a ejercer en los medios la previnieron de que aquí "el 40% es Madrid, 40% Barça y luego un poquito de Gasol, Alonso y Nadal". Y me parece generoso ese margen del 20%, sinceramente...

Quizá convenga reflexionar sobre los logros de un país sin medios, o mejor dicho sin tantos medios como los de su competencia directa- que cosecha éxitos a base de un derroche de ilusión, pasión y sacrificio difícilmente equiparable. 

Ahí están las alegrías que nos dieron el pasado verano en los Juegos Olímpicos de Londres las chicas de balonmano precisamente (nueve de las cuales han tenido que emigrar a Dinamarca, Serbia o Francia para poder jugar profesionalmente y cobrar por ello). Las chicas del waterpolo, debutantes en los Juegos Olímpicos y brillantes finalistas. La mismísima Mireia Belmonte que tras conseguir sus dos medallas de plata ha estado cuatro meses sin poder entrenar en su club de toda la vida (C.N. Sabadell) hasta que ha conseguido patrocinio suficiente para poder sufragar el alquiler de las instalaciones en las que se venía entrenando hasta el día antes de competir en Londres. 

Éxitos inesperados también como el de Javier Fernández, madrileño de 21 años que se ha convertido en el primer medallista para España en un campeonato europeo de patinaje artístico. Oro nada menos. Seguro que ahora todos le exigiremos que se traiga otro oro de los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán en Sochi (Rusia) el año que viene. Un triunfo fruto del talento natural debidamente trabajado gracias a su decisión de trasladarse a Estados Unidos, a Rusia y después a Canadá para poder entrenar en condiciones adecuadas  y poder mejorar y desarrollar su potencial innato.

Éxitos que, en un país que afronta el enésimo año de crisis, en el que la tasa de paro no deja de crecer y en el que la ya de por sí habitual fuga de talento se ha convertido a día de hoy en una huida en masa al extranjero en la búsqueda de trabajo y una mínima estabilidad profesional, resultan sorprendentes, inesperados e irracionales. Contrarios a casi todo lo que escuchamos y leemos que sucede a diario en nuestro país, por cuanto el deporte es una actividad que fomenta y se sustenta en valores de equipo: anteposición de intereses particulares en favor de los colectivos, búsqueda del  bien común por encima de egolatrías propias y distintivas de cada cual, esfuerzo y sacrificio, confianza ciega en el compañero que cubre tu espalda...

martes, 15 de enero de 2013

TANTA PAZ LLEVE...


Dice Gerard Piqué que, cuando el Real Madrid ganaba, a José Mourinho se le permitía todo, incluso ir por ahí metiendo el dedo en ojo ajeno y que, ahora que el Madrid no gana, se le critica casi cualquier cosa a Mou como por ejemplo dejar a Iker Casillas sentado en el banco sin razón aparente.

Ya es conocido que no desaprovecha el señor Piqué oportunidad para meterse en casas que no son la suya a fin de avivar el fuego, alimentar absurdas polémicas y ahondar en heridas ajenas. Pero sin ser su casa ni ser su negociado, quizá no le falte razón esta vez en su apreciación.

Finalizada la primera vuelta de la Liga BBVA, queda claro que el principal objetivo para el que José Mourinho fue fichado por el Real Madrid hace ya dos temporadas y media no se ha conseguido.

Una Copa del Rey y una Liga BBVA después, el club de Chamartín no sólo no ha conseguido parar al mejor F.C. Barcelona de la historia sino que ha empeorado su posición respecto del club catalán. 18 puntos de desventaja en la Liga BBVA al final de la primera vuelta, con ambos equipos clasificados para cuartos de final tanto de la Liga de Campeones - si bien el Real Madrid sólo pudo hacerlo como segundo clasificado de su grupo tras el Borussia Dortmund- como de la Copa de S.M. el Rey donde se enfrentarán a rivales fuertes (Valencia y Málaga, respectivamente) antes de afrontar un hipotético cruce entre ellos en semifinales.

Más allá de los números de la temporada, las sensaciones más negativas vienen del continuo malestar e histerismo colectivo que se vive en los entresijos del club madrileño.

Desde el inicio de temporada el club ha pasado por fases de tristezas de su jugador estrella, suplencias de su capitán y referendos autoconvocados por el entrenador-director deportivo. Todo ello aderezado con partidos insulsos, expulsiones reiteradas de jugadores y miembros del cuerpo técnico y crispación generalizada en grada, terreno de juego y prensa.

Queda ya atrás la discusión sobre si Mourinho es así o se lo hace. Para el caso, es irrelevante. Su actitud denota que se trata de morir matando. Quizá porque nadie le hizo entender o asumir que el club estaría siempre por encima de él. Tan por encima como lo está de Iker Casillas, de Sergio Ramos o de Cristiano Ronaldo. Tan por encima como antes lo estuvo de un tal Raúl González Blanco, de aquel Fernando Hierro o incluso del gran Alfredo di Stéfano.

Más que decepción, el sentimiento entre los aficionados madridistas es de hartazgo e indiferencia. Hartazgo de actitudes agresivas y de enfrentamientos continuos con todo y con todos. Indiferencia ante declaraciones circulares durante meses en torno a balones de oro, deseos de emigrar a la Premier League y quejas hacia los árbitros e instituciones nacionales e internacionales. 

Quizá haya llegado el momento de decirle al señor Mourinho que si quiere irse, se vaya. Que si quiere irse, se lleve consigo a otro lugar su arrogancia, su prepotencia, su mal humor, sus incurables estreñimientos de simpatía y sus ganas de atacar todo lo que él no sabe o no quiere entender ni respetar. 

Quizá haya llegado el momento de decirle que se lleve consigo al presidente que lo trajo y que no lo supo educar, controlar e incluso someter cuando fue necesario. Ese presidente que tampoco sabe o quiere ahora ponerle el cascabel al gato. 

Quizá haya llegado el momento de decirle al señor Mourinho que tanta paz lleve como descanso deja.