lunes, 25 de marzo de 2013

CRÍA CUERVOS...


 
Creo que José Mourinho estaría de acuerdo conmigo. Me daría vergüenza ganar un Gran Premio de Fórmula 1 de la manera en la que lo hizo ayer Sebastian Vettel en Malasia.

No cuestiono la calidad y el talento de quien ha ganado tres campeonatos del Mundo y de quien, carrera tras carrera, ocupa alguna de las primeras posiciones de jueves a domingo. Pero una cosa es serlo (bueno en tu profesión y talentoso) y otra tener la clase, el respeto y la honradez suficientes para demostrarlo cuando las circunstancias no invitan a uno a ser el centro de atención de la fiesta sino a saber anteponer el beneficio común al propio. Y en esto Sebastian Vettel demostró ayer que se queda corto, muy corto.

Primero, porque Vettel debió respetar las órdenes que recibió desde el "muro" de su equipo. Esas órdenes que le obligaban a respetar la clasificación que había deparado el devenir de la propia carrera y que le colocaban en la segunda posición final, justo por detrás de su compañero de equipo Mark Webber.

Segundo, porque para mayor perjuicio aún de la imagen deportiva de Vettel, justo unos metros por detrás de él Nico Rosberg se mantuvo en su sitio y, a pesar de ser a todas luces más rápido que Lewis Hamilton en las vueltas finales de la carrera, respetó las instrucciones de Ross Brawn y se quedó por detrás de su compañero de equipo aún cuando eso significaba renunciar a subir al podio. Rosberg se limitó a lanzar un amenazador "remember this one" al llegar al garaje. Lógico.

Tercero, porque Vettel debió ahorrarse toda esa serie de maniobras al límite y debió pensar y valorar que sumar 7 puntos más no merece la pena cuando arriesgas al límite tu seguridad y la de tu compañero de equipo y además puedes ensombrecer tu reputación a nivel mundial y granjearte enemigos en tu propia casa. Esa casa de la que Vettel es el niño bonito pero en la que no deberían estar dispuestos a tolerar según que insubordinaciones.

Personalmente, no me creo las explicaciones que Vettel dio en rueda de prensa y pienso que su adelantamiento fue complemtamente a sabiendas y con pleno conocimiento de las consecuencias que su maniobra podría llegar a tener. Máxime cuando durante las últimas vueltas de la carrera soltó por radio que había tenido miedo y que Webber era un estúpido. En mi opinión, el único que hizo una estupidez ayer en carrera fue él, obligando a hacer un papelón en el podio a Adrian Newey, al damnificado Mark Webber y a todo aquel que pasaba por allí...

Actitud completamente opuesta la de Mark Webber que tuvo una reacción más que templada frente al agravio público que sufrió por parte del protegido del jefe. Y es que algo más que enseñarle el dedo anular y recordarle el código de la orden de equipo transgredida se merecía ese deslenguado y temerario Vettel que no sabe asumir que en la vida no se puede ganar siempre y al que no le han enseñado que no se debe agredir al rival cuando te gana sino felicitarle e intentar mejorar para la próxima ocasión en que te cruces con él. 

Merecido se tienen en Red Bull la imagen que han proyectado al Mundo este fin de semana y a buen seguro que a lo largo de la temporada la suerte, el destino, el karma o como cada uno quiera llamarlo les devolverá el golpe.

Y es que esto es lo que pasa cuando uno cría cuervos, señor Horner... que te acaban sacando los ojos.