viernes, 6 de julio de 2012

ME DESESPERO DE ESPERARTE

Siempre me ha gustado el mes de julio. Aquellos que me conocen saben que hay variadas razones para ello. Pero veo que cada año que pasa me desespera un poco más.

Intentan engañarnos diciendo que en julio ya es verano pero todos sabemos que eso de que el verano ya llegó ya está aquí es pura fachada, pura mentira. 

Y es que el verano ya está aquí y es para quedarse, sí, pero para la chavalería no para nosotros, los adultos. Y lo peor no es que el nuestro no haya llegado aún sino que cuando llegue, pase y ya casi se nos haya olvidado, el otro verano, el de verdad, el bueno, el de toda la vida, el de los dedos arrugados en la piscina, el del Marca en una mano y el Tang de Naranja en la otra ni siquiera habrá terminado.

Qué triste cuando se pasa la vida...

Y es que julio me empieza a desesperar. Porque quiero, necesito, que vuelva la competición ya, el día a día de la liga, la ACB y la NBA. Porque quiero ver ya a Rudy de nuevo como rey blanco de su Palacio (aunque lo de Tomic me haya sentado como un navajazo oxidado). Porque no puedo parar de imaginarme cómo le quedará el púrpura y oro a Steve Nash, me suena raro. Y qué número llevará... Elige bien, Steve, que tu "13" está retirado. Qué ganas de ver por fin a mis Lakers dirigidos en cancha por alguien digno de ello. Pero también qué angustia me da pensar que vaya a ser justo ahora cuando el "16" no esté a su lado para recibir pases allí en lo más alto.

%categories Steve Nash a los Lakers, se salvo Kobe

Julio me desespera por no poder ver los fichajes de Mourinho sobre el campo. Por ver si juegan algo este año. Modric está muy bien, José, pero prefiero a Silva o a Mata de aquí a Kiev, ida y vuelta, como ustedes también lo prefieren, estoy seguro. Qué quieren que les diga, mi sentimiento patriótico está en un constante rally inversamente proporcional al de nuestro descarriado Ibex35, superando los 10.000 puntos básicos y subiendo... Ya les dije hace unos días que últimamente lo veo todo rojigualda.

Me desespera el calor de julio en Madrid, calor sin piedad que no entiende de si para mí ya es verano o sigo con la corbata anudada y la piel blanca nuclear. Me desespera que en julio todo el mundo trate de cerrar deprisa y corriendo sus asuntos como locos, esos que han dejado vagar a la deriva durante meses, para poder irse tranquilos a sus frenéticas vacaciones. Me desespera no ver la hora de poder quitarme la camisa y los gemelos, meterlos al fondo del cajón y ponerme el último polo que aún no he podido estrenar.
Y todos los años me pasa igual pero noto como si este año me pasase quizá más. Puede que sea que en lo que va de mes de julio no me he refugiado bastante en las terracitas de verano (cada vez más también de primavera, otoño e incluso de paraguas en mano), esperando que la Luna tome el Sol de madrugada, entre copas de sabor amargo y sonrisas al viento. Puede que necesite más esas tertulias con amigos sobre planes bien alejados del fragor madrileño.

Puede que sea que este julio yo estoy más viejo o puede que simplemente sea que no llegas y yo te espero. Que dijiste que venías pero no dijiste cuándo. Que ahí dentro estás a gusto, claro. Y que este mundo es cruel, lo sé. Pero los que estamos fuera te esperamos y te queremos. Aunque ni siquiera te hayamos podido ver aún esa cara de pillo y travieso que me juego traes de serie. Que hace un calor indigno y tú no quieres asomarte. Que te quiero contar lo de Kiev para que seas parte de ello. Que tengo ganas de verte. Que me desespero de esperarte...

A Juan. Lo más grande que mi hermana y Jorge me pueden dar.