lunes, 30 de julio de 2012

HARTAZGO VITAL


Aún a riesgo de resultar oportunista les diré que no me gusta el fútbol en los Juegos Olímpicos. No me parece que deba ser un deporte olímpico. Así lo digo, alto y claro. Lo barruntaba desde hacía tiempo pero anoche me convencí a mí mismo por completo.

No por la derrota de España contra Honduras que, junto con la derrota del pasado jueves contra Japón también por 1-0, nos ha dejado sin opciones de pasar la primera fase y con el marrón de jugar un partido intrascendente contra Marruecos, la otra selección del grupo ya sin opciones en el torneo.

No es por eso, se lo aseguro. Es más una cuestión de falta de identificación personal con un deporte que promueve el engaño, el simulacro y las malas artes para aprovecharse del rival y, con un poco de suerte, dejarle en inferioridad. Que fomenta el todo vale con tal de ganar. Que es propio de la cultura del pillaje y de la falta de respeto a las reglas que, según parece, están hechas para romperlas y aprovecharse de sus lagunas.

No, no y no. No me creo el fútbol en los Juegos Olímpicos, oigan. Y empiezo a pensar que no me creo el fútbol en general. No estoy de acuerdo con su política y con lo que inculca en la gente. No me parece propio de un evento como los Juegos Olímpicos que supuestamente fomenta la amistad y fraternidad entre deportistas y pueblos, el fair play. Aunque eso también es relativo y daría para hablar largo y tendido y "a calzón quitado" como dice un amigo... 

Coincido con Javier Gómez Noya, nuestro triatleta, que hoy, en un tuit mañanero que suscribo y por supuesto he retwiteado, ha dicho: "No creo q el fútbol deba ser olímpico: no compiten los mejores y ese rollo de tratar de engañar al árbitro, tirarse, protestar...No en JJOO". Joder, la misma frase que solté yo anoche varias veces viendo los últimos quince minutos del partido. Créanme, tengo testigos y algunos de los habituales del foro saben quienes son.

Reconozco que no estaba viendo el partido puesto que ya venía un tanto hastiado de tanto fútbol últimamente y que si lo puse fue porque, trasteando por internet, vi que íbamos perdiendo y que quedaba apenas media hora para el final. Puse la tele pensando que iba a ver deporte, competición, esfuerzo y lucha por ser mejor que el de enfrente pero lo que me encontré fue otra cosa.

Me encontré con jugadores aprovechando cualquier mínimo contacto para tirarse y rodar por el césped como si los hubieran herido de gravedad. Me encontré con simulaciones de faltas y agresiones que provocaban  supuestas lesiones dolorosísimas. Me encontré con los españoles haciendo entradas sin sentido, fruto de su impotencia para ganar un partido ante un rival en teoría inferior. ¿Cuándo se darán cuenta de que lo único que consiguen con eso es provocar pérdidas de tiempo? Por cierto, a este tal Muniaín deberían escolarizarlo con carácter de urgencia, dicho sea de paso. Empujones, gritos, improperios de toda clase  para el árbitro, para la madre que lo parió y para demás familiares, cercanos y lejanos. De todo menos un partido de fútbol, de todo menos deporte. Mis nervios crispados, lo cual un domingo por la tarde-noche puede tener severas contraindicaciones. 

Y es que ya les digo que no veo encaje al fútbol, a este fútbol, ni en los Juegos Olímpicos ni en general en el deporte como tal. Si me apuran hasta me alegro de la eliminación de España. Por unos días dejaré de oír hablar de fútbol, que me tiene saturado con su violencia gratuita y tensión irracional. No sé ustedes pero yo no consigo echarlo de menos. Doce meses al año, veinticuatro horas al día, siete días a la semana fútbol, fútbol, fútbol... Van a conseguir desaficionarme sin remedio. Déjenme echarlo un poco de menos porque si no, como sucede con muchas otras cosas en la vida, empezaré a echarlo de más... 

¡Qué hartazgo, oigan!