jueves, 13 de septiembre de 2012

LA BANDERA POR DELANTE




Nunca me ha gustado lo de poner banderas en equipaciones de clubes, ya sean de fútbol, de baloncesto o - qué se yo- de curling. Ya sean de Cataluña, Andalucía o Extremadura. Me parece paleto y de ser corto de miras.  Como si la bandera fuera por delante para poder diferenciarnos de quien tenemos a nuestro lado. Para eso ya están los equipos nacionales o selecciones, como aquí los llamamos.
 
Es como si alguien del Sur no pudiera simpatizar con alguien del Norte, del Este o del Oeste sin tener que ponerse para ello a hablar su misma lengua o a pensar de su misma manera.
 
Y es que mientras el Mundo tiende a la globalización y la gente lo que quiere es poder seguir online la presentación del iPhone 5 que está teniendo lugar justo en ese preciso momento a nueve usos horarios de diferencia de su casa y así poder comentarla simultáneamente en las redes sociales, hay quien se obceca en resaltar que existe un país, nación, estado o como quieran denominarlo que nada a contracorriente y que, por desgracia, es el nuestro.
 
Vaya por delante que no tengo intención de entrar en consideraciones políticas ni jurídicas - no sería este el foro para ello- por lo que ruego que los términos "país", "nación", "estado" y cualesquiera otros similares sean entendidos de manera laxa, sin pretensión de finura alguna en el concepto ni rigor jurídico al ser aplicados.
 
Pero eso no quita para que quiera dar mi opinión sobre este asunto que ahora está de actualidad gracias al último producto de la estrechez de miras patria que ha salido a la luz esta semana cuando el pasado lunes, víspera de la diada casualmente, nos desayunamos con la noticia de que el Fútbol Club Barcelona y su proveedor técnico oficial, Nike, habían acordado que, como equipación suplente para la próxima temporada, el club vista un uniforme con los colores de la "Senyera". Cierto que, de aproximarse el diseño definitivo al modelo cuya fotografía se ha filtrado intencionadamente y que reproduzco arriba, la camiseta no parece del todo fea. Puestos a ello, hasta m haría parecido razonable que la hubieran comercializado con carácter de urgencia, todo con tal de evitar tener que sufrir el engendro de camiseta suplente que se han sacado de la manga para este año. 

Pero más allá de diseños, gustos y colores la idea me sigue pareciendo una "paletada" en toda regla. Exactamente igual que en otros muchos casos ejemplo de ideas trasnochadas similares como la de Ramón Calderón de incluir la bandera de España en las camisetas que el Real Madrid lució en la Liga de Campeones entre 2008 y 2010 y que acertadamente Florentino Pérez decidió eliminar a su retorno a la presidencia del club; la de las franjas rojigualdas del Sevilla en sus equipaciones para partidos de UEFA Europa League; y, en general, la de los innumerables equipos de cualquier deporte (me sangran los ojos cada vez que veo a los equipos madrileños de Liga Endesa luciendo la bandera autonómica en sus uniformes tal y como, según parece, obligan desde la Puerta de Sol) que durante los últimos años se han apuntado a la moda de parchear sus camisetas, pantalones, medias y demás indumentaria con las banderas y símbolos de Comunidades Autónomas, provincias, municipios o barrios de los que provienen y a los que dicen representar. 

Y es que hoy en día, con los medios de difusión y tecnológicos que existen y que están al alcance de cualquiera, es difícil imaginar que alguien mínimamente preocupado por estas cuestiones no sepa que el Chelsea es de Londres, el Benfica de Lisboa o el Schalke 04 de la cuasi-impronunciable Gelsenkirchen. Todo ello sin necesidad de que exhiban signos distintivos del país al que pertenecen. 

Por todo ello pienso que debería ser suficiente con elegir unos colores y un escudo representativo para darse a conocer y sentirse identificado entre los demás, sin miedo a confusión posible ni aquí ni en Japón y pienso que lo lógico sería tratar de abrirse al Mundo y universalizar nuestros productos en lugar de restringirlos prácticamente al ámbito de nuestro patio de luces, justo donde terminan nuestras propias narices, y evitar así el riesgo de que todo aquel a quien invitemos un día a cenar pueda sentirse extraño en nuestra casa por no hablar, vestir o pensar como lo hacemos nosotros.