martes, 12 de junio de 2012

SOSPECHOSOS HABITUALES

No, no voy a hacer ahora una sinopsis de la película de Bryan Singer ni a recrearme en la profunda carga filosófica de una de las mejores frases de cine que he escuchado, la del personaje de Kevin Spacey, Keyser Söze: "El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía."

Me refiero a otros sospechosos que resultan ya habituales por lo repetitivo de su comportamiento. Los que ayer intentaron convencernos a todos de ver lo blanco negro. O al revés, como ustedes prefieran. Convendrán conmigo en que el oscurantismo y la indefinición benefician siempre al que tiene poder, al que manda, al que decide. Y la falta de un procedimiento preestablecido para tomar decisiones invita a tomarlas con base en el exclusivo y muy personal criterio de cada uno, valorando lo acontecido y adoptando la decisión a tomar en consecuencia bajo el influjo de su naturaleza humana tan condicionada por sus pasiones, presiones, fobias y manías...

No pretendo erradicar el subjetivismo de las decisiones u opiniones de los demás, faltaría más. Conllevaría erradicarlo de las mías propias y eso es algo por lo que no estoy dispuesto a pasar. Pero sí me gustaría poder saber de antemano con qué reglas juego para poder decidir libremente si tomo parte o no en la partida.

Todos presenciamos anoche la agresión (si me apuran, doble agresión) perpetrada por Pete Mickeal, jugador del F.C. Barcelona, en el tercer partido de la final de la Liga Endesa que enfrenta a su club ante el Real Madrid. Si no vieron, les invito a hacerlo ahora:


Como ven, Pete Mickeal propinó un "correcto" puñetazo a Velickovic en la cara. No contento con ello, luego se revolvió contra otro jugador madridista, Carlos Suárez. Digo "como ven", aunque a lo mejor ustedes no lo ven.

Así mejor, quizá, ¿verdad?



No es que dude de su visión, es que ayer 3 árbitros no lo vieron. O peor aún, no quisieron verlo.

Pensando bien, es posible (aunque poco probable) que ninguno de los tres lo viera... Pensando mal, llegamos a donde ustedes quieran, evidentemente...

Aunque pensemos bien y confiemos en el buen hacer de los árbitros, deberíamos reflexionar sobre ello. Tratar de evitar que cosas así vuelvan a suceder. Ya sé que pensarán que en fútbol es igual o peor... Las comparaciones son odiosas y más en este caso. Pero flaco favor le hacemos a este deporte del baloncesto - que necesita de promoción, pasión y grandes partidos para ganar adeptos en este país- si no ponemos fin a la impunidad en las agresiones, sean del color de camiseta que sean, escudándonos en que en todos sitios cuecen habas. 

Como mi amigo con el que estaba viendo ayer el partido cerveza en mano que piensa que, si esto mismo hubiese sucedido en un partido de los Lakers (mi amigo sabe dónde darme para que escueza...), los árbitros también habrían hecho la vista gorda porque siempre evitan enemistarse con los equipos "grandes".

Obvié su ataque frontal a mi corazón púrpura y oro y no quise entrar a discutir sobre el concepto de equipo grande que se tiene a uno y otro lado del charco, aunque sí traté de convencerle de que estaba en un error. No por forofismo sino por conocimiento empírico reciente. Soy de los que prefiero fijarme en otros ejemplos de donde creo podemos aprender. Observen a lo que me refiero: 



   


Como ven, hace pocas semanas en un partido de playoff entre Los Ángeles Lakers y Oklahoma City Thunder, Ron Artest (irónicamente autodenominado ahora Metta World Peace) agredió salvajemente a James Harden. En un principio los árbitros no se percataron de nada o no apreciaron la intencionalidad de los hechos. Incluso uno de ellos conversa tranquilamente con el propio Artest para saber de primera mano qué ha sucedido. Después, a pesar de todo, acudieron a la tecnología existente, revisaron el vídeo y sancionaron debidamente al jugador con la expulsión del partido. La NBA hizo el resto y sancionó a Artest con un partido de suspensión por actitudes violentas. Nadie dudó acerca de la imparcialidad de los árbitros ni los aficionados y jugadores de los Lakers creyeron ser tratados injustamente...