viernes, 7 de junio de 2013

VEINTE AÑOS





Sentir... que es un soplo la vida,

Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir... con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez...

Cantaba Carlos Gardel aquello de que "veinte años no es nada" pero todos sabemos que todo depende de según el cristal con el que se mira y que veinte años pueden ser nada, poco o mucho según el sentimiento y la pasión que el paso del tiempo despierte en tu alma.

Han pasado veinte años de aquel maldito 7 de junio del 93, de ese avión con retraso que nunca despegaba, de esa idea tuya de conducir por aquella autopista de Baviera mojada por la lluvia, de ese inoportuno camión que encontraste en tu camino. 

Veinte años desde la última vez que te levantaste para encestar de 3, nos sacaste la lengua y levantaste los brazos con rabia al celebrar.

Veinte años de tu última pelea con compañeros, rivales y árbitros.

Veinte años desde que estrechaste la última mano al perder.

Veinte años sin tu magia con el balón, sin tu genio, sin tu talento y sin tu mirada de jugón.

Veinte años desde que conquistaste la meca del basket al otro lado del charco, cual Cristóbal Colón del siglo XX.

Veinte años desde que tuve la suerte de poder admirar tu juego y tu descomunal talento.

Veinte años desde que aprendí de ti.

Veinte años desde que me hiciste un poquito de la Cibona y de los Nets. Del Real Madrid ojalá consiguiéramos que algo te hicieras tú...

Veinte años desde que quise jugar con tu "3".

Veinte años que llevo jugando con tu "10". Tuyo y de Fernando Martín, tu amigo y enemigo. Tu trágico compañero de viaje hasta allí donde nosotros aún no alcanzamos a ver. 

Veinte años desde que, una vez, Vlade y tú fuisteis hermanos.

Veinte años desde que te aplaudí.
 
Veinte años desde que te lloré desconsoladamente al enterarme de tu muerte, sentado en el suelo del salón frente al televisor...


lunes, 13 de mayo de 2013

DE VUELTA EN LA ÉLITE


Ganó el mejor. Y lo que corresponde es darle la mano, felicitarle por la victoria y volver el año que viene con las mismas ganas y, si cabe, con más trabajo a las espaldas. Lo que haga falta para tratar de ser a uno al que feliciten dentro de 365 días.

Creo que Olympiacos fue mejor. Y no creo que el Real Madrid deba tomarse la derrota como algo traumático sino como algo que, como sucede en casi todos los órdenes de la vida, puede servirle para aprender y mejorar.

Por primera vez en muchos años el Real Madrid tiene un proyecto con ideas claras y que, desde fuera, parece sólido. Cierto que no tiene un superclase como Vassilis Spanoulis o Juan Carlos Navarro (ni Rudy ni Llull son ese tipo de jugador, no nos engañemos) y que tiene un entrenador discutido y discutible que adolece de ciertos recursos y capacidad de reacción en determinados momentos pero que ha dotado al equipo de señas de identidad propias y reconocibles. Pablo Laso también tendrá que madurar y crecer en su profesión de entrenador. Es una apuesta y creo que hay que mantenerla.

El Real Madrid necesita seguir teniendo paciencia, creciendo en madurez, manteniendo el núcleo del equipo y potenciar algunas posiciones que a día de hoy no están a la altura de un equipo subcampeón de Europa. Un  pivot capacitado para anotar con consistencia en la pintura en toda clase de partidos y un alero alto que pueda defender a aleros de similares características. Buscar un equilibro entre el juego exterior y el interior es básico.

El resto debería ser trabajar en aprender a controlar el tempo de partidos decisivos. Con eso debería ser suficiente para mantener al equipo en la élite del baloncesto europeo a la que por fin ha vuelto. Una vez ahí, se puede ganar o perder. Muchas veces es cuestión de detalles.

En cuanto al arbitraje, creo que la Euroliga debería hacérselo mirar y orientar a los árbitros hacia la protección del espectáculo y de los jugadores. Esto no puede servir de excusa ante una derrota, por supuesto, pero o el estamento arbitral vira el rumbo o empezaremos a ver un sucedáneo de lucha greco-romana con pelota de por medio al que llamaremos eufemísticamente ba-lon-ces-to.

Enhorabuena a Olympiacos y enhorabuena al Real Madrid por estar de vuelta en el lugar que le corresponde: entre los grandes del baloncesto europeo. No olvidemos que el club blanco sigue siendo el que más títulos de Copa de Europa tiene (8) y más finales ha disputado (15).

lunes, 25 de marzo de 2013

CRÍA CUERVOS...


 
Creo que José Mourinho estaría de acuerdo conmigo. Me daría vergüenza ganar un Gran Premio de Fórmula 1 de la manera en la que lo hizo ayer Sebastian Vettel en Malasia.

No cuestiono la calidad y el talento de quien ha ganado tres campeonatos del Mundo y de quien, carrera tras carrera, ocupa alguna de las primeras posiciones de jueves a domingo. Pero una cosa es serlo (bueno en tu profesión y talentoso) y otra tener la clase, el respeto y la honradez suficientes para demostrarlo cuando las circunstancias no invitan a uno a ser el centro de atención de la fiesta sino a saber anteponer el beneficio común al propio. Y en esto Sebastian Vettel demostró ayer que se queda corto, muy corto.

Primero, porque Vettel debió respetar las órdenes que recibió desde el "muro" de su equipo. Esas órdenes que le obligaban a respetar la clasificación que había deparado el devenir de la propia carrera y que le colocaban en la segunda posición final, justo por detrás de su compañero de equipo Mark Webber.

Segundo, porque para mayor perjuicio aún de la imagen deportiva de Vettel, justo unos metros por detrás de él Nico Rosberg se mantuvo en su sitio y, a pesar de ser a todas luces más rápido que Lewis Hamilton en las vueltas finales de la carrera, respetó las instrucciones de Ross Brawn y se quedó por detrás de su compañero de equipo aún cuando eso significaba renunciar a subir al podio. Rosberg se limitó a lanzar un amenazador "remember this one" al llegar al garaje. Lógico.

Tercero, porque Vettel debió ahorrarse toda esa serie de maniobras al límite y debió pensar y valorar que sumar 7 puntos más no merece la pena cuando arriesgas al límite tu seguridad y la de tu compañero de equipo y además puedes ensombrecer tu reputación a nivel mundial y granjearte enemigos en tu propia casa. Esa casa de la que Vettel es el niño bonito pero en la que no deberían estar dispuestos a tolerar según que insubordinaciones.

Personalmente, no me creo las explicaciones que Vettel dio en rueda de prensa y pienso que su adelantamiento fue complemtamente a sabiendas y con pleno conocimiento de las consecuencias que su maniobra podría llegar a tener. Máxime cuando durante las últimas vueltas de la carrera soltó por radio que había tenido miedo y que Webber era un estúpido. En mi opinión, el único que hizo una estupidez ayer en carrera fue él, obligando a hacer un papelón en el podio a Adrian Newey, al damnificado Mark Webber y a todo aquel que pasaba por allí...

Actitud completamente opuesta la de Mark Webber que tuvo una reacción más que templada frente al agravio público que sufrió por parte del protegido del jefe. Y es que algo más que enseñarle el dedo anular y recordarle el código de la orden de equipo transgredida se merecía ese deslenguado y temerario Vettel que no sabe asumir que en la vida no se puede ganar siempre y al que no le han enseñado que no se debe agredir al rival cuando te gana sino felicitarle e intentar mejorar para la próxima ocasión en que te cruces con él. 

Merecido se tienen en Red Bull la imagen que han proyectado al Mundo este fin de semana y a buen seguro que a lo largo de la temporada la suerte, el destino, el karma o como cada uno quiera llamarlo les devolverá el golpe.

Y es que esto es lo que pasa cuando uno cría cuervos, señor Horner... que te acaban sacando los ojos.



martes, 29 de enero de 2013

TRIUNFOS IRRACIONALES


En un país con una clase política instalada en la corrupción más descarada, con una estructura política pensada para vivir en un constante equilibro inestable y con una sociedad cuyo nivel educativo parece estar a la cola del mundo occidental (o lo que aún queda de él), en un país así, como es el nuestro, resulta sorprendente observar que los éxitos deportivos se sigan sucediendo un fin de semana tras otro.

Hacía esta reflexión el pasado fin de semana cuando nuestros grandísimos jugadores de balonmano celebraban el segundo título mundial conseguido en los últimos ocho años. Una selección que no contaba en las quinielas de grandes favoritas y que, al factor de jugar como local, ha sabido añadir las dosis justas de pasión, coraje y entrega para apabullar en la final a uno de los rivales más potentes del balonmano mundial. Un triunfo vestido de agradable sorpresa.

Coincide el éxito de estos chicos del balonmano con otros éxitos más o menos recientes (las victorias en campeonatos de Europa y del Mundo de nuestras selecciones de fútbol-sala, hockey sobre patines o rugby a 7, por ejemplo) que suelen considerarse "menores" por prensa y aficionados

Ya se sabe, en este país nadie sabe aún por qué se le llama "deporte" cuando se quiere decir "fútbol" exclusivamente. Para muestra, un botón: Karina Kvasniovaperiodista deportiva de origen lituano que trabaja en España cuenta en su entrevista para Jot Down que al llegar a España y empezar a ejercer en los medios la previnieron de que aquí "el 40% es Madrid, 40% Barça y luego un poquito de Gasol, Alonso y Nadal". Y me parece generoso ese margen del 20%, sinceramente...

Quizá convenga reflexionar sobre los logros de un país sin medios, o mejor dicho sin tantos medios como los de su competencia directa- que cosecha éxitos a base de un derroche de ilusión, pasión y sacrificio difícilmente equiparable. 

Ahí están las alegrías que nos dieron el pasado verano en los Juegos Olímpicos de Londres las chicas de balonmano precisamente (nueve de las cuales han tenido que emigrar a Dinamarca, Serbia o Francia para poder jugar profesionalmente y cobrar por ello). Las chicas del waterpolo, debutantes en los Juegos Olímpicos y brillantes finalistas. La mismísima Mireia Belmonte que tras conseguir sus dos medallas de plata ha estado cuatro meses sin poder entrenar en su club de toda la vida (C.N. Sabadell) hasta que ha conseguido patrocinio suficiente para poder sufragar el alquiler de las instalaciones en las que se venía entrenando hasta el día antes de competir en Londres. 

Éxitos inesperados también como el de Javier Fernández, madrileño de 21 años que se ha convertido en el primer medallista para España en un campeonato europeo de patinaje artístico. Oro nada menos. Seguro que ahora todos le exigiremos que se traiga otro oro de los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán en Sochi (Rusia) el año que viene. Un triunfo fruto del talento natural debidamente trabajado gracias a su decisión de trasladarse a Estados Unidos, a Rusia y después a Canadá para poder entrenar en condiciones adecuadas  y poder mejorar y desarrollar su potencial innato.

Éxitos que, en un país que afronta el enésimo año de crisis, en el que la tasa de paro no deja de crecer y en el que la ya de por sí habitual fuga de talento se ha convertido a día de hoy en una huida en masa al extranjero en la búsqueda de trabajo y una mínima estabilidad profesional, resultan sorprendentes, inesperados e irracionales. Contrarios a casi todo lo que escuchamos y leemos que sucede a diario en nuestro país, por cuanto el deporte es una actividad que fomenta y se sustenta en valores de equipo: anteposición de intereses particulares en favor de los colectivos, búsqueda del  bien común por encima de egolatrías propias y distintivas de cada cual, esfuerzo y sacrificio, confianza ciega en el compañero que cubre tu espalda...

martes, 15 de enero de 2013

TANTA PAZ LLEVE...


Dice Gerard Piqué que, cuando el Real Madrid ganaba, a José Mourinho se le permitía todo, incluso ir por ahí metiendo el dedo en ojo ajeno y que, ahora que el Madrid no gana, se le critica casi cualquier cosa a Mou como por ejemplo dejar a Iker Casillas sentado en el banco sin razón aparente.

Ya es conocido que no desaprovecha el señor Piqué oportunidad para meterse en casas que no son la suya a fin de avivar el fuego, alimentar absurdas polémicas y ahondar en heridas ajenas. Pero sin ser su casa ni ser su negociado, quizá no le falte razón esta vez en su apreciación.

Finalizada la primera vuelta de la Liga BBVA, queda claro que el principal objetivo para el que José Mourinho fue fichado por el Real Madrid hace ya dos temporadas y media no se ha conseguido.

Una Copa del Rey y una Liga BBVA después, el club de Chamartín no sólo no ha conseguido parar al mejor F.C. Barcelona de la historia sino que ha empeorado su posición respecto del club catalán. 18 puntos de desventaja en la Liga BBVA al final de la primera vuelta, con ambos equipos clasificados para cuartos de final tanto de la Liga de Campeones - si bien el Real Madrid sólo pudo hacerlo como segundo clasificado de su grupo tras el Borussia Dortmund- como de la Copa de S.M. el Rey donde se enfrentarán a rivales fuertes (Valencia y Málaga, respectivamente) antes de afrontar un hipotético cruce entre ellos en semifinales.

Más allá de los números de la temporada, las sensaciones más negativas vienen del continuo malestar e histerismo colectivo que se vive en los entresijos del club madrileño.

Desde el inicio de temporada el club ha pasado por fases de tristezas de su jugador estrella, suplencias de su capitán y referendos autoconvocados por el entrenador-director deportivo. Todo ello aderezado con partidos insulsos, expulsiones reiteradas de jugadores y miembros del cuerpo técnico y crispación generalizada en grada, terreno de juego y prensa.

Queda ya atrás la discusión sobre si Mourinho es así o se lo hace. Para el caso, es irrelevante. Su actitud denota que se trata de morir matando. Quizá porque nadie le hizo entender o asumir que el club estaría siempre por encima de él. Tan por encima como lo está de Iker Casillas, de Sergio Ramos o de Cristiano Ronaldo. Tan por encima como antes lo estuvo de un tal Raúl González Blanco, de aquel Fernando Hierro o incluso del gran Alfredo di Stéfano.

Más que decepción, el sentimiento entre los aficionados madridistas es de hartazgo e indiferencia. Hartazgo de actitudes agresivas y de enfrentamientos continuos con todo y con todos. Indiferencia ante declaraciones circulares durante meses en torno a balones de oro, deseos de emigrar a la Premier League y quejas hacia los árbitros e instituciones nacionales e internacionales. 

Quizá haya llegado el momento de decirle al señor Mourinho que si quiere irse, se vaya. Que si quiere irse, se lleve consigo a otro lugar su arrogancia, su prepotencia, su mal humor, sus incurables estreñimientos de simpatía y sus ganas de atacar todo lo que él no sabe o no quiere entender ni respetar. 

Quizá haya llegado el momento de decirle que se lleve consigo al presidente que lo trajo y que no lo supo educar, controlar e incluso someter cuando fue necesario. Ese presidente que tampoco sabe o quiere ahora ponerle el cascabel al gato. 

Quizá haya llegado el momento de decirle al señor Mourinho que tanta paz lleve como descanso deja.

lunes, 31 de diciembre de 2012

ME GUSTARÍA...


A mí me gustaría empezar por pedir disculpas a los (sorprendentemente) fieles de este foro que me han pedido nuevas entradas durante las últimas tres semanas sin haber visto satisfechas sus pretensiones. Me gustaría decirles que no ha sido dejadez o hartazgo sino causa de fuerza mayor,  ni pizca de voluntad propia. Me gustaría que en lo sucesivo pueda dedicar a este foro toda la atención que merecen sus lectores (más de los que yo creía, según parece).

Ahora que termina 2012, año cargado de debates y polémicas deportivas,  de objetivos conseguidos y también, claro está, de pequeñas frustraciones. Ahora que, llegados a este momento suelo hacer balance del año que dejamos atrás, ahora - digo- me gustaría por una vez innovar e invertir algo de tiempo en imaginar aquellas cosas que durante el año que comienza me gustaría ver cumplidas. Aunque algunas de ellas sepamos todos que puedan resultar auténticas quimeras.

Me gustaría ver al Madrid recuperar su espíritu de antaño. Llámenlo señorío, clase, educación o simplemente vergüenza torera y respeto a los mitos, las canas, la Historia. Me gustaría ver un club digno de su afición, en la victoria y en la derrota - que de todo tiene que haber-, un club que dignifica su historia y la engrandece en lugar de sonrojarla a base de exponerla a una vergüenza constante.


Me gustaría que José Mourinho dejase de fagocitarse a sí mismo y que evitase verse confundido en su propia esencia con ese personaje suyo al que aquí a pocos hace gracia ya. Me gustaría que se llevase sus cabreos y malos humores constantes donde soplen otros vientos que se lo aguanten y que tanta salud lleve como paz deje.


Me gustaría ver al Madrid de baloncesto aprender cómo ganar partidos importantes. Llegar a la cima de su crecimiento como equipo para devolver éxitos pasados a la sección tanto en Europa como en el ámbito  doméstico. Me gustaría ver que, llegada la hora de la verdad, no se traicionan a sí mismos en su estilo de juego y mantienen su aparente ambición por ganar.


Me gustaría ver un coche rojo veloz y fiable consiguiendo victorias por los circuitos del Mundo. Me gustaría tener un Ferrari de los de verdad, a la altura del pilotaje de Fernando Alonso para que  así, de una maldita vez, los resultados sean acordes a la realidad. La realidad de que tenemos el mejor piloto de la parrilla. Y que se merece más.


Me gustaría ver a Jorge Lorenzo compitiendo de tú a tú con Valentino Rossi. Sin muros de por medio y con el pilotaje y el talento como armas únicas sobre el asfalto. Me gustaría ver a Jorge ganar así porque eso sería poder decir que está a la altura del más grande de todos los tiempos sobre dos ruedas.


Me gustaría ver a la selección española de fútbol ganar la Copa Confederaciones. No por el título en sí, por tenerlo y olvidar la edición pasada y la derrota ante Estados Unidos e semifinales. Me gustaría para que así podamos seguir prolongando este sueño en el que vivimos desde 2008 cuando conquistamos Viena frente a los Alemanes. Me gustaría que no parase la fiesta.


Me gustaría que la Federación Española de Baloncesto no tirase el Eurobasket de 2013 antes de  jugarlo por pensar demasiado en el Mundial de 2014 que se celebrará en España. Me gustaría verles aprovechar todas las oportunidades de ganar que se les presenten porque un día esa posibilidad sencillamente dejará de existir.


Me gustaría ver racionalidad en las decisiones de los Lakers. Me gustaría que D'Antoni no tuviera ataques de entrenador y se diere cuenta de que si tiene a Howard y a Gasol es para jugar por dentro, no para correr. Me gustaría que Nash hiciera que Kobe tirase menos porque quizá así tirase con mayor acierto. Me gustaría igualar los 17 anillos de Boston.


Me gustaría que Ricky Rubio volviera a ser el de antes. Me gustaría disfrutar con sus asistencias imposibles, su visión de juego y su talento desbordado.


Me gustaría ver más bailes como el de Michelle Jenneke en una salida de 100 metros lisos y menor oir hablar de Balones de Oro, Plata o Bronce en estos tiempos en los que lo que importa de verdad es que los niños puedan tener balones de chocolate en Navidad.

Me gustaría ver como toda esta crisis lamentable se acaba y la gente recupera la sonrisa de su cara y la tranquilidad del corazón.


Me gustaría que fuera de verdad un feliz año y que sigamos viéndonos por este foro.

¡Feliz 2013 a todos!

lunes, 3 de diciembre de 2012

EL PIONERO DEL 10


Una vez más, como cada año, llega el 3 de diciembre y a muchos nos viene a la memoria la figura de Fernando Martín, exjugador de baloncesto de Estudiantes, Real Madrid y Portland Trail Blazers. Medalla de plata con España en los JJ.OO. de Los Ángeles '84.

23 años han pasado ya desde que Fernando Martín sufriera un accidente de tráfico en la M-30 de Madrid y se fuera sin decir adiós. Sin dejarnos ver su última lucha encarnizada bajo el tablero. Sin dedicarnos esa última canasta que todo el mundo confiaba siempre en que Fernando anotase tras coger un rebote en ataque repleto de fuerza y carácter.
 
Martín, el pionero de nuestro baloncesto. El primer español (y apenas el segundo europeo no formado en universidad estadounidense) en entrar a formar parte oficialmente de una plantilla NBA. Un portento físico al que se le quedó pequeña España y Europa pero que quizá nació algo pronto para cruzar al otro lado del charco con garantías de éxito o, al menos, en igualdad de oportunidades para poder competir con los de allí.
 
No es de extrañar que allí, donde estaban y siguen estando acostumbrados a disfrutar de los mejores jugadores del universo de la canasta, Fernando Martín fuera en su día, sea hoy y siga siendo siempre un desconocido más que pasó por allí sin dejarles apenas huella. Pero para nosotros, sin embargo, fue el hermano mayor. El que abrió el camino. El que nos enseñó que se podía competir con aquellos raros hombrecillos a los que sólo teníamos oportunidad de ver jugar de madrugada, en diferido la mayoría de las veces y sin apenas entender cómo se podía llegar a saltar tan alto o a correr tan rápido.

Elegio en el draft por New Jersey Nets, fue finalmente Portland Trail Blazers quien le dió su oportunidad para jugar. Precisamente el equipo cuyo nombre traducido al español significa eso: precursor, pionero...

Martín jugó poco, es verdad. Se fue para aprender, como él mismo dijo. Sus números en la NBA no pasarán a la historia (24 partidos, 146 minutos disputados, 22 puntos y 28 rebotes), pero sin ellos lo que vino después quizá nunca hubiese podido ser.
 
Quizá nunca hubiésemos podido jugar a un videojuego de basket como aquel que salió en cassette para el Spectrum. Había que rebobinar para empezar a jugar.

Quizá nunca hubiésemos podido ver a José Antonio Montero y Roberto Dueñas ser drafteados aunque no llegasen a jugar nunca en la NBA.

Quizá nunca hubiésemos podido tener a Alberto Herreros un verano entero probando en Indiana con los Pacers para ser quien diera minutos de descanso al francotirador Reggie Miller.

Quizá nunca hubiésemos creído posible que Atlanta Hawks eligiese en el puesto nº 3 del draft a un tal Pau Gasol, ese mate brutal sobre Kevin Garnett, ser All-Star, el traspaso a Lakers, sus dos anillos de campeón... Y después ver a su hermano Marc dominar la liga desde el "center" vestido de Grizzlie en la tierra de Elvis.

Quizá nunca hubiésemos apostado por poder ver el gesto de José Antonio Calderón tras anotar de tres. El tirito de 5 metros sin saltar de Jorge Garbajosa. La mala suerte de Raúl López en sus rodillas al tratar de sustituir a John Stockton en Utah. La finura de Juan Carlos Navarro y su aventura personal en Memphis.

Quizá nunca hubiésemos disfrutado de la magia incomprendida de Sergio Rodríguez. Precisamente en Portland, en los Trail Blazers. Allí donde aún recuerdan a Rudy Fernández y su récord de triples como novato. Y donde pocos entendieron el homenaje de Rudy a Fernando en el concurso de mates de 2009, al quitarse su camiseta para mostrar una con el "10" y "Martín" a la espalda... Así, con la tilde sobre la "i", como él mismo pidió que lo escribieran para que todos supieran de dónde era.


Quizá nunca nos hubiéramos vuelto locos de atar con el impacto de Ricky Rubio en Minnesota, con su talento natural y con sus pases sin mirar.

Quizá nunca hubiésemos podido imaginar que llegaríamos a disfrutar de doce de los nuestros en esa liga. Desde Fernando hasta Víctor Claver que hoy, también en Portland, trata de abrirse camino entre los grandes. 
 
Seguramente alguno de nosotros no hubiésemos tenido un motivo más para elegir jugar al baloncesto con el "10" a la espalda. El "10" de Fernando. Ese con el que conquistó Portland y la gloria con la selección. El mismo que, desde que Fernando se fue, nunca nadie ha vuelto a vestir en el Real Madrid.
 
Os recomiendo sacar un rato para ver el reportaje que hace ya unos años emitió Teledeporte sobre este mito del basket patrio. Os dejo el enlace:
 

martes, 20 de noviembre de 2012

TODO PUEDE PASAR


El tercer puesto de Fernando Alonso en el Gran Premio de Austin de este pasado domingo salvó los muebles de un fin de semana inusualmente desfavorable para el deporte español. Tras las derrotas frente a Brasil y República Checa en la final de la copa del Mundo de fútbol-sala y de la Copa Davis respectivamente, todo hacía pensar que el título de Fórmula 1 también se nos escaparía y caería matemáticamente del lado de Sebastian Vettel, pero no fue así.

La agonía, si así quieren llamarlo, en que vive desde hace ya algunas temporadas el aficionado a las andanzas del piloto asturiano se prolongará siete días más a la espera del desenlace del Gran Premio de Brasil, última carrera de la temporada, con la esperanza puesta en lo inesperado. Lo irracional, si me apuran.

Sería injusto tratar de analizar quién merece más ganar el campeonato. 

Es verdad que Alonso tiene un coche netamente inferior al de Vettel y que, por tanto, se puede pensar que tiene más mérito su pilotaje del Ferrari al haber conseguido minimizar la inferioridad de su máquina frente al Red Bull y haberle permitido llegar vivo a falta de una carrera, poniendo la presión sobre los hombros del piloto alemán que tiene que jugárselo todo a una carta en un circuito en el que la climatología y la presión pueden provocar que todo o casi todo pueda llegar a pasar.

Pero lo cierto es que los campeonatos los gana el que más puntos suma a final de la campaña y, a día de hoy, guste o no, Vettel tiene 13 puntos más que Alonso lo cual significa, simple y llanamente, que Vettel ha sido mejor que el asturiano en el cómputo global de la temporada, abandonos y vicisitudes técnicas sufridas por ambos aparte.

¿Por qué entonces la cara de Vettel al bajarse del coche en Austin era más propia de alguien que acababa de perder el mundial que de alguien que había conseguido ampliar su ventaja en la clasificación con sólo una carrera más por disputar?

Porque al igual que los detractores de Alonso, a la vista de los resultados recientes y del rendimiento de cada coche, Vettel se sentía plenamente confiado en su victoria en el mundial este pasado domingo saliendo desde la pole positionVettel sabe que su coche es superior al de Alonso - infinitamente más rápido en calificación y bastante más que el Ferrari durante la carrera- y que, en condiciones normales, el título debería haber sido suyo ya en la carrera anterior en Abu Dhabi.

Sin embargo, la cara de pocos amigos de Vettel al término de la carrera de este domingo dejaba entrever que Alonso había conseguido generar en el piloto alemán la sensación de nerviosismo propia de aquellos que se saben superiores pero incapaces de demostrarlo en la práctica, impotente para terminar con las opciones y esperanzas de su rival de manera definitiva. 

Sabe que Alonso ha ganado la batalla psicológica de conseguir llevar a Vettel a tener que rendir al 100% en la última y definitiva carrera, donde un accidente, un reventón, una rotura del motor o del alternador - como a su compañero Mark Webber le sucedió en Texas- le podría privar de ganar su tercer mundial... La cara de Vettel demuestra que es consciente de esto y que sabe que cualquier cosa, todo, puede pasar.

martes, 13 de noviembre de 2012

LA CHISPA ADECUADA


"Todo arde si le aplicas la chispa adecuada."
Héroes del Silencio 
 
Pueden imaginar que cuando el viernes pasado recibí dos correos electrónicos anunciándome la destitución de Mike Brown como entrenador jefe de Los Angeles Lakers me alegré. Siempre he considerado que Brown no era la persona para estar en ese puesto.
 
La noticia me hizo pensar que la franquicia californiana se había dado cuenta por fin del error que fue contratar a ese entrenador y había decidido tomar las riendas de la situación para reconducir el destino de su equipo hecho para ganar.
 
Pero parece que me equivoqué.
 
No se trata de que Mike Brown fuera un auténtico desastre como ya dijimos en su día en este mismo foro y que Mike D'Antoni, el técnico elegido, sea mejor entrenador. Todo el mundo sabe que D'Antoni lo es. Sin duda.
 
No se trata de saber si D'Antoni impondrá su estilo "run&gun" característico de los Phoenix Suns en los que Steve Nash más brilló o si decidirá hacer la vida sencilla y encomendarse al clásico bloqueo y continuación, si jugará con los pivots o le sobra alguno de ellos, si Kobe Bryant se llevará bien con él, si le respetará o si le dedicará en breve alguna de sus miradas furibundas catalizadoras de una irremediable destitución. 
 
Tampoco se trata de dejarse llevar por el romanticismo del ayer y creer que la única forma en que un equipo de baloncesto pueda ganar sea teniendo como entrenador a Phil Jackson. Obviemos sus 11 anillos de campeón NBA como entrenador, 6 con Chicago y 5 con Lakers, y sus otros 2 anillos más como jugador de los Knicks.
 
Desde luego que en ningún caso se trata de entregarlo todo al Maestro Zen como salvador de la patria angelina, dejarle que haga y deshaga a su antojo, que exija asistentes con contrato en vigor en otros equipos y por los que habría que pagar un millón de dólares para liberarlos de sus contratos, quedar expuesto a que decida viajar o no con el equipo según le parezca, que tenga mando en plaza por encima incluso de Mitch Kupchak y Jim Buss (vicepresidente de operaciones de baloncesto y - más importante- hijo del dueño de la franquicia y cuñadísimo del propio Jackson). Ya demostró en el pasado Jerry Buss que la franquicia (su franquicia) está por encima de individualidades (Riley, Magic, Jabbar, Shaq, el propio Jackson...).
 
Si me apuran ni siquiera se trata de aplicar el menos común de los sentidos a todo este asunto, ni de que en lo que fue de viernes a domingo la dirección deportiva del equipo se entrevistase con tres entrenadores diferentes (Jackson, D'Antoni y Mike Dunleavy que pasaba por ahí) que nada tienen que ver entre ellos en cuanto a estilo de juego y personalidad. Todo ello mientras el público del Staples Center dejaba clara sus preferencias al grito de "We want Phil!", los jugadores secundaban la moción con sus declaraciones y los analistas aseguraban - al 95%- que Jackson sería el elegido y se atrevían a publicar quienes serían sus ayudantes, el sueldo que cobraría, los viajes a los que no iría con el equipo, el poder que tendría dentro de la franquicia y hasta la marca de dentífrico que usaría en su vuelta a los ruedos.
 
Es más sencillo que todo eso.
 
Se trata simplemente de saber qué se quiere y a partir de ahí hacer lo necesario para tratar de conseguirlo.
 
Se trata de combinar la racionalidad con ciertas dosis de pasión.
 
Se trata de elegir un entrenador con un estilo determinado por el que se quiera apostar firmemente a medio/largo plazo y darle tiempo y mimbres para poder desarrollar su idea sobre la cancha, desde luego. 
 
Pero en igual o mayor medida se trata de combinar lo anterior con una pequeña dosis de ilusión repentina, de pasión, de chispa adecuada que haga prender la mecha de un equipo lleno de buenas individualidades que aún no se han encontrado entre sí.
 
Me temo que la fuerza se fue por la boca y la chispa no prendió.

martes, 23 de octubre de 2012

JUZGANDO EL PASADO

 


 
Lance Armstrong ha sido desposeído de sus siete victorias en el Tour de Francia. Así lo anunció ayer Pat McQuaid, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), quien ha decidido seguir la petición remitida por la Agencia Antidopaje estadounidense (USADA) de sancionar de por vida al excorredor de Texas.

Nunca me resultó simpático el señor Armstrong pero tampoco puse en duda en su día sus resultados ni su rendimiento, al menos no más allá de lo que puse el del resto del pelotón que cada año deambula por la geografía mundial subido a una bicicleta en interminables etapas diarias y cuya credibilidad, tras episodios como el "Caso Festina" o la "Operación Puerto, estaba más que cuestionada.

Y es que, a estas alturas de la película, que alguien aún pueda pensar que esos señores hiperfibrados suben puertos y bajan colinas a base de pasta, fruta y barritas energéticas parece ingenuo. Para los incrédulos (o, si prefieren, románticos) les recomiendo que vean el reportaje que ese maravilloso programa llamado "Informe Robinson" ha dedicado recientemente al ciclista David Millar y su vida deportiva llena de luces y sombras marcadas por el dopaje. 

Estoy en contra de quien hace trampas y de quien, sirviéndose de posibles lagunas legales, utiliza medios no éticos ni morales para sacar provecho propio en perjuicio de los demás. Pero lo anterior no justifica, en mi opinión, que se deba perseguir a quien en su día compitió y se sometió a los controles legalmente establecidos sin que nadie pudiera demostrar que lo hacía de manera ilegal.

Una cosa es tener la sospecha, más o menos fundada, de que quien más y quien menos va con "gasolina" en esto del pedal y otra distinta entrar a revisar el resultado de competiciones años después de haberse disputado y tener un ganador. Si Lance Armstrong o cualquier otro ciclista se dopó en su día y no se detectó cuando correspondía, la responsabilidad debería recaer en quien debió poner los medios necesarios para garantizar la pulcritud de la competición y no lo supo o no lo quiso hacer. Lo contrario nos llevaría a la constante incertidumbre del resultado sometido a la posibilidad de revisión eterna cuando los encargados de velar por la legalidad quieran, les interese o - en el mejor de los casos- dispongan de los medios necesarios para poder probar las trampas de un deportista.

Y es que la batalla contra  el dopaje parece perdida, más cuando uno lee a sus responsables decir cosas como las que Victoria Ley, actual Jefa del Departamento de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Agencia Española Antidopaje, cuenta  en su entrevista en Jot Down: "Con un buen asesoramiento médico y con cuidado, es posible doparse y no dar positivo".

Siendo así las cosas, dejemos de juzgar el pasado y pongamos los medios y esfuerzos necesarios para intentar pillar a los tramposos actuales y que estén por venir y no a aquellos que lo fueron y, por una u otra razón, no supimos detectar. Lo contrario podría llevar a caer en el aún mayor de los ridículos de desposeer a Armstrong de sus títulos para adjudicárselos en los despachos a otros (Alex Zülle, segundo clasificado en el Tour de 1999, Jan Ullrich en los de 2000, 2001 y 2003, Joseba Beloki en el de 2002, Andreas Kloden en el de 2004 e Ivan Basso en el de 2005) que en algunos casos han sido igual de tramposos al haber estado implicados o haber reconocido públicamente haber formado parte de tramas de dopaje durante sus carreras.