A continuación os transcribo mi artículo de esta semana en mi colaboración para www.infobasketstore.com.
¡Espero que os guste! No dejéis de visitar la web, está francamente bien.
A lo largo de la temporada 2012-2013, Los Ángeles
Lakers homenajearán a tres de sus jugadores históricos: por un lado, Shaquille
O’Neal y Jamaal Wilkes, cuyos números (#34 y #52, respectivamente) serán
retirados y, por otro, Kareem Abdul-Jabbar de quien pondrán una estatua en la
entrada del Staples Center, cumpliendo así la promesa de equiparar a este mito
del baloncesto con el otro jugador más conocido en toda la historia de la franquicia,
Earvin “Magic” Johnson.
Además, el verano ha sido movido para la franquicia
debido a los fichajes de Steve Nash, Antawn Jamison y, sobre todo, Dwight
Howard que han conseguido que Mitch Kupchak (Hicksville, Nueva York, 1954)
tenga a día de hoy más popularidad que nunca desde que asumiera el cargo de general manager allá por el año 2000,
tras la salida de Jerry West de la franquicia californiana.
Y es que Kupchak es visto ahora por el gran público
como un hacedor de cuasi-milagrosos movimientos en el mercado que han conseguido
colocar de nuevo a los Lakers y a su mega-estrella Kobe Bryant en posición
privilegiada para luchar por el anillo durante esta temporada y quién sabe si
alguna más, todo ello sin tener que dar demasiado a cambio.
Por supuesto que Kupchak no está exento de detractores
con argumentos innegables para defender la teoría de que la responsabilidad del
general manager en los éxitos de los
Lakers es mínima: jugar de púrpura y oro siempre ha atraído a las grandes
estrellas de la liga por diversos factores más allá de las dotes negociadoras
de Kupchak, West o cualquier otro, Los Ángeles es uno de los grandes mercados
que proporcionan proyección mediática global, el público que acude al Staples
Center es distinguido y el clima y el estilo de vida californiano parecen
apetecibles para todos...
Pero quien haya seguido el rumbo de los de púrpura y
oro durante los últimos años sabe que no es la primera vez que Kupchak consigue
reinventar a los Lakers y, con ello, evitar un duro período de reconstrucción
que a (casi) toda franquicia NBA le toca pasar de vez en cuando. Suyos, entre
otros, fueron los movimientos que llevaron a L.A. a dos agentes libres de
auténtico lujo como Gary Payton y Karl Malone (2003), anticipándose con ello a
la actual moda de reunir en un mismo equipo a tres o, incluso, cuatro
superestrellas de la liga; suya fue la decisión de traspasar a Shaquille O’Neal
(2004) - cuando no todo el mundo tenía tan claro si Kobe Bryant sería capaz
algún día de ganar sin Shaq a su lado-, obteniendo a cambio además de al eterno
lesionado Brian Grant y al infravalorado Caron Butler, a un tal Lamar Odom; fue
él quien cerró el denominado “traspaso de la década” (2008) con el que consiguió
cambiar el rumbo del equipo a mitad de temporada y llevarlo a las finales tras obtener
a Pau Gasol a cambio de poco más que los derechos de, un por entonces imberbe y
aún por debutar en la NBA, Marc Gasol (Kwame Brown, Aaron McKie y Javaris
Crittenton).
Además de superestrellas, durante estos años Kupchak
también ha sabido sacarse algún que otro conejo de la chistera, ya sea vía trade o draft. Ahí están los casos de Trevor Ariza, vital en el campeonato
de 2009 y adquirido de Orlando Magic en 2007 vía trade a cambio de los irrelevantes Maurice Evans y Brian Cook, y de
Andrew Bynum, nº 10 del 2005 (última vez que los Lakers fueron equipo de
“lotería”).
Por todo ello, tomando las cosas con perspectiva, creo
que el Dr. Buss debería en el futuro plantearse si su general manager debe tener cabida en su conocida restrictiva
política de retirada de camisetas y otros homenajes a jugadores, entrenadores y
demás personal de la franquicia y dejar sitio – ya sea en el techo o a la
entrada de su casa- para rendir homenaje a uno de sus mayores activos de la
última década.