miércoles, 5 de septiembre de 2012

CUANDO FUIMOS LOS MEJORES


Canta Loquillo, ese genio con vida a medio camino entre la canasta y el rock n' roll, aquello de que, cuando fuimos los mejores, los bares no se cerraban cada noche en firme a la hora señalada, nuestra juventud se suicidaba en cada esquina y las camareras nos mostraban la mejor de sus sonrisas en copas llenas de arrogancia...

Decenas de veces he cantado esta canción junto a mis amigos, a pulmón desgarrado y de vez en cuando acompañados por el chirriar metálico de los cierres del bar de turno. Con falso aire de rebeldes con causas pendientes. Fingiendo tener cicatrices en piel y alma como prueba irrefutable de nuestros excesos juveniles.

Destrozábamos sin piedad estrofa sí y estrofa también, pero será la edad  o que, cada vez más, la melancolía gana terreno a la arrogancia en mi garganta lo que desde hace un tiempo me lleva a cantarla cuando nadie me ve. Cuando, ya se sabe, uno puede ser o no ser...

Y es que algo parecido sucede con los éxitos deportivos de los que por fortuna hemos sido testigos. A medida que el tiempo pasa, más los sentimos, más nos llegan aunque, al mismo tiempo, más moderados y reservados nos volvemos al recordarlos. Quizá por comprender realmente lo grandioso de haberlos conseguido.

Como sucede con aquel cada vez más lejano 3 de septiembre de 2006, seis años hizo ayer de entonces...

Cuando aquella mañana de domingo de resaca en España (noche en Japón) Marc supo dar un paso adelante sin saber quizá ni él mismo que ya estaba preparado para ello. Cuando Garbajosa cogió su fusil. Cuando el grupo supo unirse como siempre y defender como nunca. Cuando Grecia, disléxica a base de canastas en contra, creyó haber leído la Historia del revés y tener a Esparta en frente. 

Cuando todos supieron suplir la baja de Pau, lesionado en la mítica semifinal contra Argentina, aquel partido en que Sergio Rodríguez decidió convertirse en el Merlín del balón y sacarse una victoria muy trabajada de su chistera chicharrera. 

Cuando nuestros juniors de oro se hicieron seniors eternos y obligaron a Iturriaga a cumplir su promesa de aparecer en cámara disfrazado de geisha para narrar la final junto a un atónito Lagarto de la Cruz y a nuestro añorado Andrés Montes que con sus ratatatatas y demás míticas coletillas consiguió convencernos de que la vida, en efecto, podía ser maravillosa. 

Cuando Pepu, ese entrenador, por no desestabilizar a sus chicos, tragó en amarga soledad y a cucharadas soperas la tristeza por la muerte de su padre en las horas previas al partido para después enseñarnos a todos a deletrear sin margen de error el deporte que algunos amamos sin remedio: BA-LON-CES-TO.


 

3 comentarios:

  1. Grande siempre Mister!!!
    Grandes profesionales que nos han hecho disfrutar como nunca estos años. Que dure, que dure esta borrachera de basket, de calidad, de humildad, de títulos, de una generación única e irrepetible.

    Un abrazo,

    Panzer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué alegría verle por aquí!

      Gracias por leerme y por interactuar.

      Nos vemos pronto ;)

      Un abrazo fuerte.

      Eliminar
  2. Que tiempos!! Vaya subidón nos dieron estos chicos! Tremenda semifinal y luego paliza (quizá excesiva) a los pobres griegos.
    Y pensar que al principio del Mundial yo estaba de morros porque Pepu descartó a Hernández Sonseca por Marc Gasol... Vaya ojito el mío!!

    ResponderEliminar